Pero Markos, como todos los jóvenes ultras, no es un psicópata ni un monstruo. «Y a veces trasegamos ginebra, esperando que la mezcla de destilado y aburrimiento te hagan creer que una de Barricada te pone tan cerca del Ray Loriga de los noventa como si sonara Iggy Pop». Como miles antes que él. Esa simplificación del problema, que también se ha publicado estos días, es injusta.